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Two Thousand Seven Hundred Miles

Updated: Apr 15, 2023



It’s like being stuck in a recurring nightmare, one you can’t wake up from. That nightmare where you just lost everything you hold dear. Except its real.


This nightmare is the reality for the eleven million of us living in the shadows and the truth is, I’ve had to live the nightmare a few times.


It’s the phone call you dread getting from a family member in your home country. That phone call that paralyzes the moment you hear the news. It happens at the very moment the person on the other end finally finds the courage to tell you, that your loved one has died.


Two thousand seven hundred miles. That is the distance between us. That’s how far we travelled to “live a better life”. The number of sacrifices that were made to come here. Family, money, time, and even life. Escaping poverty, hunger, or violence.


You get here, get to work, build your life, make a family and what? A happily ever after? You can only aspire to get there. What most people don’t know is that when you make the decision to move here and say goodbye to your family, its usually forever.


This time the nightmare came while I was at work. I received a text from my mother informing me that the worst had happened. My grandfather had passed. I was in the middle of teaching a lesson and inevitably I broke down in tears in front of my students.


I’ve never heard silence so loud or seen a group of thirteen-year-olds so still.


I quickly called someone to come cover for me as I needed a moment to gather myself. This was by far one of the worst days of my life and it was witnessed by thirty children, who probably had never seen their teacher cry before and didn’t know how to react.


When I came back, they stared at me with sympathetic eyes and mute mouths. Although some may understand what a loss is, many of them don’t understand the hurt that comes with being Two thousand seven hundred miles away from the ones you hold dear. An inexplicable pain that can’t be described in words, one that those of us living in the shadows get to experience every time someone we love passes and because of the distance, it’s impossible to say goodbye.


Two thousand seven hundred miles, such an arbitrary number, but one so real that has cost me so much.




See below for the Spanish version

 

Cuatro mil cuatrocientos kilómetros


Es como estar atrapado en una pesadilla recurrente, una de la que no puedes despertar. Esa pesadilla en la que acabas de perder todo lo que amas. Excepto que es real.


Esta pesadilla es la realidad para los once millones de nosotros que vivimos en las sombras y la verdad es que he tenido que vivir la pesadilla varias veces.


Es la llamada telefónica que temes recibir de un familiar en tu país de origen. Esa llamada telefónica que te paraliza en al escuchar la noticia. Ocurre en el momento en que la persona al otro lado de la línea finalmente encuentra el valor de decirte que tu ser querido ha fallecido.


Cuatro mil cuatrocientos kilómetros. Esa es la distancia entre nosotros. Hasta ahí hemos viajado para “vivir una vida mejor”. La cantidad de sacrificios que se hicieron para venir aquí. La familia, el dinero, el tiempo e incluso la vida. Para escapar de la pobreza, el hambre o la violencia.


Llegas aquí, te pones a trabajar, construyes tu vida, haces una familia y ¿qué? ¿Un felices para siempre? Sólo se puede aspirar a llegar allí. Lo que la mayoría de la gente no sabe es que cuando tomas la decisión de mudarte aquí y despedirte de tu familia, normalmente es para siempre.


Esta vez la pesadilla vino mientras estaba trabajando. Recibí un mensaje de texto de mi madre informándome que había pasado lo peor. Mi abuelito había fallecido. Estaba en medio de la enseñanza de una lección e inevitablemente rompí en llanto frente a mis estudiantes.


Nunca había oído un silencio tan fuerte ni había visto a un grupo de niños de trece años tan quietos.


Rápidamente llamé a alguien para que viniera a cubrirme ya que necesitaba un momento para recuperarme. Este fue uno de los peores días de mi vida y fue presenciado por treinta niños, que probablemente nunca antes habían visto a su maestra llorar y no sabían cómo reaccionar.


Cuando regresé, me miraron con ojos compasivos y bocas mudas. Aunque algunos pueden entender lo que es una pérdida, muchos de ellos no entienden el dolor que conlleva estar a cuatro mil cuatrocientos kilómetros de distancia de los que amas. Un dolor inexplicable que no se puede describir con palabras. El dolor, que los que vivimos en las sombras, sentimos cada vez que expira alguien a quien amamos y por la distancia es imposible despedirse.


Cuatro mil cuatrocientos kilómetros, un número tan arbitrario, pero tan real que me ha costado tanto.

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